Uno tiene que ir templándose como el acero: calentarse al rojo vivo, enfriarse con un baño de agua fría, y volverse a calentar, y volverse a enfriar. Es como una pasteurización de los fierros.
Y así nos vamos templando, al menos algunos en esta bendita Galanga. Porque nos calentamos y después recibimos un balde de agua fría.
Ayer tocó calentarme.
Llamada al Ministro y Canciller Amargo por parte del Senador bermellón Pope Masquet.
Motivo: que explique qué hace el gobierno de este país en cuanto a la defensa de los derechos humanos en otros países. En definitiva: ¿por qué no se pliega a la cantinela anti chavista?
Y sin entrar a escudriñar en lo que verdaderamente son estas manifestaciones organizadas por un líder opositor violento, de dónde vienen y a dónde van.
Hay que tener muy mala memoria o una cara a prueba de cualquier terremoto para esgrimir los argumentos que Pope esgrimía.
Pope y su Partido Bermellón aún deben una explicación de su clara participación en la última dictadura uruguaya. El papá del senador que tenía a su lado y que es el líder de su grupo político fue el que dio un golpe de estado; fue el que antes y después del golpe tuvo mucho que ver en la sistemática violación de esos Derechos Humanos que ahora tanto le preocupan. Nunca vimos a su Partido Bermellón ocupado en denunciar ningún atropello a las libertades de países que le fueron amigos: desde la Guerra Grande para acá.
Y cuando digo para acá me refiero hasta el último de sus gobiernos, el del simpático llorón de madre argentina Jorge Valle, que se negaron (y se niegan) a tratar de sacar verdades de mentiras tan bien elaboradas.
No digo que alguien que se haya equivocado pueda desandar su equívoco y rectificarse: si habremos metido la pata y después pedido perdón!
La cuestión es la cara de poker con que se hacen los demócratas y libertarios.
Foto de La Diaria |
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