El miércoles que viene, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de las Mujeres. Este día, que entre otras cosas ha soportado más de 100 años de chistes machistas, conmemora una enorme huelga textil que hubo en 1908 en EE.UU. Claro; la enorme mayoría de los trabajadores en las fábricas textiles eran mujeres y, porque eran mujeres, estaban peor aún que los trabajadores hombres de la época, lo que ya es decir. Las mujeres de 1908 pedían a gritos ser tratadas, al menos, como los trabajadores hombres. Ese día quedó elegido para recordar la extensa e intensa lucha de las mujeres por sus derechos. Cosa rara decir sus derechos; como que hubieran derechos de mujeres y derechos de hombres.
Sucede que los Hombres, en el sentido más genérico de los Seres Humanos, hemos estado siempre tratando a los otros como diferentes y, de ser posible, como de rango inferior. Lo hicimos con los esclavos (de cualquier color: en la Grecia y Egipto antiguos los esclavos no eran negros africanos); lo hacemos con la plebe; lo hacemos con los negros libertos; lo hacemos con los inmigrantes, con las mujeres, con los discapacitados, con los de otra religión diferente a la mayoritaria del lugar.
En 1908 las mujeres trabajadoras textiles pedían, entre otras cosas, igual sueldo y horario y poder votar (recuérdese que en la democracia del Norte las mujeres no votaron hasta 1920).
En 1975 la ONU declaró ese año como el Año Internacional de la Mujer. En nuestro paisito en ese año festejábamos el Año de la Orientalidad por el Sesquicentenario de los Hechos Históricos de 1825. Eso era lo que la dictadura de la época nos hacía escribir en nuestros cuadernos liceales cada día (les recuerdo que el dictador de ese año era Bordaybarre, padre del actual Pedro que bellaquea tanto por tantas cosas populistas). En nuestro paisito precisamente ese año se desencadenaba una de las represiones más jodidas, con miles de mujeres y hombres presos y torturados y desaparecidos. Tampoco ese año dijo nada la ONU sobre nuestras mujeres.
Hoy las mujeres todas y las uruguayas en particular, están sufriendo un período represivo mayor. Es que culturalmente ha calado hondo la idea que son pertenencia de algún hombre: su padre o abuelo o novio o marido o ex de las categorías anteriores y otras tantas más. Y el hombre dueño puede matarlas por amor (!), hacerles la vida imposible porque las quieren (!), abusar de ellas para ayudarlas (!). Hoy, además de llevar la pesada carga de la crianza de sus hijos (solas o acompañadas la mayor parte la hacen ellas) y salir a ganarse el sueldo como cualquiera y tratar de ir a trabajar bancándose que te miren el culo, las mujeres son agredidas sin mayor compasión.
Y no les faltan el respeto por mujeres sino que le faltan el respeto como personas.
Este 8 de marzo me voy a acordar mucho de lo que le debo a mis hijas, a mi Mujer, a mi Vieja, a mi hermana ... y voy a tratar de hacer que los demás también se den cuenta que esas personas, imprescindibles, son nuestra gente.
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