por Trancazo
Creo que estoy evolucionando un montón y la terapia me está haciendo bien. Hace unos pocos días, iba como todos los días hacia el trabajo, circulando normalmente por Rivera a la altura del Zoológico, cuando de pronto --no sé aún de dónde-- se me cruzó por delante un autito rojo, en una maniobra suicida-homicida, que no terminó en un tremendo choque por la presta respuesta de mis reflejos.
El auto asesino era conducido por una mujer. Quedamos a la par, y con la ventanilla ya baja, cuando iba a proferir el manido reclamo sexista de que se fuera a encargarse de la higiene de la vajilla, reflexioné en un instante y la insulté soezmente refiriéndome a sus disminuidas aptitudes cognitivas y motrices, al seguramente oscuro origen de su habilitación para conducir, y en modo alguno me referí directa o indirectamente a las particularidades de la dotación cromosómica que determinaba su sexo. Fui absolutamente igualitario y mis insultos fueron los mismos que hubiese empleado (y en ocasiones lo hago) hacia conductores varones. Este gesto de igualdad, incluso fue reconocido por mi insultada quien a pesar de la elevada temperatura de la situación, me dirigió una amable sonrisa que claramente manifestaba su satisfacción de ser tratada como un conductor más y cualquiera de nuestra ciudad.
Creo que estoy evolucionando un montón y la terapia me está haciendo bien. Hace unos pocos días, iba como todos los días hacia el trabajo, circulando normalmente por Rivera a la altura del Zoológico, cuando de pronto --no sé aún de dónde-- se me cruzó por delante un autito rojo, en una maniobra suicida-homicida, que no terminó en un tremendo choque por la presta respuesta de mis reflejos.
El auto asesino era conducido por una mujer. Quedamos a la par, y con la ventanilla ya baja, cuando iba a proferir el manido reclamo sexista de que se fuera a encargarse de la higiene de la vajilla, reflexioné en un instante y la insulté soezmente refiriéndome a sus disminuidas aptitudes cognitivas y motrices, al seguramente oscuro origen de su habilitación para conducir, y en modo alguno me referí directa o indirectamente a las particularidades de la dotación cromosómica que determinaba su sexo. Fui absolutamente igualitario y mis insultos fueron los mismos que hubiese empleado (y en ocasiones lo hago) hacia conductores varones. Este gesto de igualdad, incluso fue reconocido por mi insultada quien a pesar de la elevada temperatura de la situación, me dirigió una amable sonrisa que claramente manifestaba su satisfacción de ser tratada como un conductor más y cualquiera de nuestra ciudad.
Superado este asunto
de la igualdad, ahora me han sugerido que me dedique a los temas de convivencia
ciudadana.
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