In Invernum qualqum soreteae fiumo expelent

DEFINICIÓN


galanga (diccionario de la real Academia Española)

3. f. Bacín plano con borde entrante y mango hueco, para usar en la cama.

sábado, 14 de enero de 2023

Misión SARS Cov2


por el Flaco

Siempre había querido ser jardinero. O cantar en el coro de su escuela para lucirse en la fiesta de fin de cursos, con esos trajes granate y atriles de carpetas gigantes. O aprender a jugar al tenis. O ser ingeniero matemático para descifrar los logaritmos que lo hacían perder las pruebas, una tras otra. ¿Por qué no tener una tienda de mascotas y cortarle el pelo a los perros de su cuadra como lo usaban sus dueños? Le divertía encontrarles el parecido. O quizás ser farero como su tío abuelo Theo McVicar, aquel que tantas veces contara la historia de las pruebas con las primeras vacunas contra la peste del año 20. Nunca le había terminado de creer eso de ser el único sobreviviente de ese relato que entre los parientes se vivía como algo legendario. Y que de generación en generación iba cobrando ribetes crecientes de contenido épico.

Miles de víctimas, millones de infectados con secuelas, dos generaciones que todavía no superaban los traumas del desarraigo, la penuria económica y los cierres de fronteras que atraparon las ciudades. A países enteros con su gente confinada como ratones de ensayo. Un experimento masivo que hasta el presente se revisa en las cortes internacionales, con jurados que no terminan de conformarse. Aún hoy perduran las denuncias de connivencia de intereses que cruzan a gobernantes, laboratorios, farmacéuticas multinacionales, organizaciones sanitarias, investigadores y médicos, epidemiólogos, analistas de riesgo, medios de prensa, compañías de seguros, fondos de investigación  y poderes judiciales locales.

Recuerda haber escuchado decir a su madre que en las iglesias se hacían largas veladas de oración, esperando una cura milagrosa que llegaría del cielo.

Y que por eso con su hermano gemelo se habían acostumbrado a escudriñar el firmamento desde su cama en las noches aquel verano, tratando de descubrir en qué estrella vendría el remedio que terminaría por salvar al planeta. Por fin podrían regresar a clase, se permitirían los paseos en los botes del río bajo el viejo puente ferroviario y los domingos volverían al cine con tres películas y pastillones de chocolate y maní.

Seguramente esa curiosidad de la infancia hizo que siempre fuera buen alumno en Astronomía. Y que aprendiera a enamorarse de la luna, como si se tratara de una novia por conquistar, callada y pálida. Le inventaba nombres según su forma cada semana. Le escribía versos de romances españoles que plagiaba y cambiaba para que siempre rimaran al final con palabras como ninguna, fortuna, comuna, ovejuna, tribuna o perruna.

 

El tiempo terminaría sellando un destino que acabaría con  sus tribulaciones vocacionales, cuando finalmente se enroló y de un tirón se graduó como capitán de la fuerza aérea. Al cabo de cinco años y con honores se convirtió en una joven promesa del aire. Hacer cursos de entrenamiento y pilotear reactores de alta potencia y complejidad, le abrieron la puerta a una derivada involuntaria en su pasión por el cielo.

Continuar estudiando y cultivar la observación telescópica de la galaxia, ya no en carácter de aficionado, sino con propósitos de aprendizaje y conocimiento, le aseguraría llegar a ser un elegido que saltaría al espacio para romper barreras y transitar el techo de la tierra con la libertad de millones de luces astrales.

Formar parte de ese cuerpo de elite significaba que a su tiempo, tarde o temprano, y según los proyectos quinquenales, los presupuestos gubernamentales, las necesidades geopolíticas de turno,  le tocaría estar en la terna de favorecidos con el bautismo de la cuenta regresiva y la expulsión fuera de la gravedad. Para pasar a flotar en la gloria de la omnipresencia humana.

Ocho años le demandó esa exigente preparación de asceta para que finalmente, un día, le llegara la nominación.

Fueron meses de entrenamiento. Controles médicos, dietas medidas, instrucción de supervivencia, clases remotas, horas de sueño obligatorio cronometrado, simuladores en cámaras sin gravedad, manuales quilométricos de ingeniería espacial, visitas de hangares y talleres de construcción, pruebas de equipos, ensayos de evacuación en escenarios de incendio y cápsulas hiperbáricas. Lejos de amedrentarlo, sólo fortalecieron su decisión de estar en la plataforma cuanto antes y salir disparado con proa a lo mas alto del sistema solar.

 

La SARS Cov2 constituía para él la mas importante de las misiones que hubiera emprendido. Y no sólo por ser la primera. Traer de vuelta al grupo de expertos con la puesta a punto en el espacio de la esperada vacuna, lo pondría en un sitial de privilegio entre sus pares. Saber que le tocaba regresar con ese cargamento de oro supo desvelarlo cada noche en su cama de la burbuja sanitaria de la base de despegue.

Finalmente habría con qué frenar un flagelo de tales proporciones y semejantes consecuencias.

Un día  y otro también la lluvia y las tormentas fraguaron la salida, hasta que una semana después todo estuvo en condiciones de empezar.

Durante treintaisiete jornadas iba a vivir los sueños de su infancia. Podría flotar en las sábanas tachonadas de estrellas que a los siete años dibujaba en la escuela.

Esa mañana se despertó a las cuatro de la madrugada. El dolor de cabeza seguramente tenía que ver con la tensión del esperado momento. Luego del desayuno, los controles de rutina. Una vez vestido atravesó pesadamente el cordón de honor entre aplausos y abrazos del personal de tierra. En las escaleras colgadas cruzaron miradas de buena suerte entre los tres, y ya en el módulo cada uno se puso a ultimar los controles. Serían varias horas de ajustes e instrucciones antes de dar inicio al tronar rugiente de los motores de propulsión. Cuando el humo químico comenzó a envolverlo todo, bañando la base y oscureciendo las escotillas, sintió el calor en la cara. Consultó de reojo el termómetro de la visera del casco: 38.2 º C. Volvió a tragarse dos pastillas juntas, disimulando el gesto mientras daba indicaciones de cierre a su navegante.

 

Se abandonó a la cuenta regresiva, mientras repasaba mentalmente los sucesos de las últimas horas. Los médicos de la base lo entrevistaban dos veces al día. Nunca admitió que todas las comidas le sabían a lo mismo. Siete, seis, cinco…… Su perfume de frasco azul ya no olía como siempre. Lo guardó con la ropa y documentos en el vestuario de la sala de pilotos. Abrió  y abrochó nerviosamente el cinturón doble. Cuatro, tres….. Entrar a la página de sanidad era algo que todos podían. Había que revisar los resultados y actualizar los informes para el visto bueno del equipo supervisor. Un resultado adverso podría significar el fin de su aventura. Un sueño estelar que nada ni nadie iría a robarle de ninguna forma. El hisopado del miércoles se había tardado mas de lo corriente. Y a él lo esperaba la luna, su luna, la que espiaba de lejos con vergüenza adolescente. Cuatro , tres… después de todo, eran la misma sangre. El mismo padre y la propia madre. Nueve meses compartiendo un viaje inaugural,  y luego casi treinta años de coincidencias. Hasta las iniciales se habían complotado para que ese viaje fuera suyo. GW bien podrían corresponder a Gary Wilson como a German Wilson. No era momento de demorar mas la bajada de la recombinante que pondría a su grupo a la vanguardia de la carrera por llegar primero. Seguramente German le habría permitido usar sus claves para copiar y pegar el PCR en su bitácora del día. ”Negativo”, ingresó al casillero de la página, para conformidad del sistema y poder saltar al traje y a la ingravidez. Dos, uno…….. ”¡Vayan por ella, muchachos!”, gritó emocionado el jefe de tierra, parado en su escritorio de cristales gigantes, haciendo la señal de la victoria con dos dedos hacia la cámara número uno. Sólo un lenguaje de señas le hubiera permitido entender el resto del discurso patriótico que siempre hacen los directores de misión en esos momentos, porque el estruendo de propulsión sepultó todo otro sonido. Dos, uno…………….. ¡¡¡¡¡fuego..!!!!! y la cabeza le daba vueltas a miles de kilómetros por segundo. Fueron largos minutos de ceguera y estrépito.

Luego el silencio, negro, como montados en una bala muda, horadando la oscuridad inmensa. Miró a ambos lados. Las caras de sus cotripulantes lo decían todo. Era una felicidad compartida. Al fin estaban en camino. Revisar el rumbo y entablar contacto con la estación satelital era la tarea de las horas por delante.

 

Imposible disimular ese impulso incontenible. La tos lo doblaba en el asiento mullido y el creciente sudor inundaba su traje hermético.

No sabía en qué condiciones llegaría a hacer contacto en dos semanas.

La historia iría a hablar del inexplicable foco en la estación espacial SARS Cov2 como otro misterio no descifrado.

Científicos del mundo recuerdan aquel luctuoso episodio cada año, en ocasión de honrar a los muchos héroes que dieran sus vidas para el control de la pandemia.


Comentarios


Miy bueno, me gusto mucho.

Anónimo


Muy bueno Jorgito.
Me impresiona cuanto te brotan las palabras...Terrible don el tuyo.
Felicitaciones

Anónimo


La que te halaga el don soy yo..Marta Bentancor desde Uruguay...Hoy por la Laguna Merim

3 comentarios:

  1. Miy bueno, me gusto mucho.

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  2. Muy bueno Jorgito.
    Me impresiona cuanto te brotan las palabras...Terrible don el tuyo.
    Felicitaciones

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  3. La que te halaga el don soy yo..Marta Bentancor desde Uruguay...Hoy por la Laguna Merim

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