Una vez y otra vez y otra vez estos temas vuelven a estar en la vuelta.
Y La Galanga no puede hacerse la sota y mirar para el costado.
Tampoco no nos sale nada bien hacer como el Presi Lavenida Junior y caerle con las dos patas a los denunciados anonimamente del Carnaval y no decir ni pío sobre los magníficos implicados ya formalizados (antes se decía procesados) en Operación Océano (¡prostitución de menores!).
Así que, con todo el dolor del alma, acá vuelvo.
En dos días será el Día Internacional del Detenido Desaparecido, figura históricamente inventada pero demasiado utilizada en nuestra pobre América Latina y sobre todo en estos últimos tiempos. Porque a nadie puede escaparle que los nazis (militares o Gestapo, tanto da) detenían gente que podían fusilar allí mismo y enterrar en un pozo sin decirle nada a nadie o podían transportarte cientos de kilómetros y hacerte ceniza. También eran detenidos desaparecidos. También lo fueron por razones políticas o raciales o sociales. Y tampoco nadie quedó conforme con dar vuelta la hoja y olvidarse y punto.
Esto pudo saltar desde 1940 a 1980 y volverse a aplicar igual porque la ideología era la misma.
Solo que acá, en el paisito, nos quisieron convencer, primero, que eso no había pasado. Después que había sido solo medio docena de personas. Luego que se habían muerto en medio de torturas (como que matar así fuera menos odioso que pegarle un tiro en la cabeza a alguien después de torturarlo al límite) y que los cuerpos habían sido, efectivamente desaparecidos.
Y nadie decía yo. Y mucho menos nadie decía: ¡Perdón, qué cagada hicimos!
En estas últimas (¡realizadas en 2006!; ¿nadie se enteró desde entonces?) acepta haber torturado y matado; acepta el 2° vuelo (trajeron desde Buenos Aires varias decenas de detenidos que acá desaparecieron); acepta que en plena democracia se siguió conspirando y que incluso podría haber corrido peligro (por sus acciones) la vida del Presidente en 2006; acepta que hay y hubo un pacto de silencio.
Y con ésto; ¿tenemos que seguir escuchando a Guido Manini Arroyos defendiendo corporativamente a todos los militares, pobre viejitos, acusados de que, cuando eran jóvenes adultos y tenían el poder del Estado, eran los asesinos desaparecedores?
Para estar seguros del ¡Nunca más! tenemos que primero asegurarnos del ¡Nunca ahora!
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