Dice el dicho que no hay dos sin tres. Con el Cascanueces de Malvín esperamos que no haya tres sin cuatro; ni cuatro sin cinco y así sucesivamente.
por el Cascanueces de MalvínConsulta 3
El tercer paciente del día entra tímidamente al consultorio del Dr Froi y camina vacilante.
Lleva puestos zapatos marrones perfectamente lustrados, pantalón gris, camisa azul impecablemente planchada y un par de lentes gruesos como el visor del telescopio Hubble.
Froi esta parado de espaldas a la puerta del consultorio, comiendo una manzana. Su impecable traje negro, tiene hoy, unas pocas arrugas cerca del bolsillo derecho del pantalón.
El eminente médico se da vuelta despacio, deja la manzana a medio comer sobre el escritorio, sonríe amablemente e invita a su paciente a sentarse en el diván al tiempo que toma su libreta negra y su lapicera.
El paciente suspira y se acomoda los lentes, entre aliviado y tenso.
El momento ha llegado: está frente a la eminencia que lo estuchará con atención y seguramente, lo ayudará a resolver su problema de timidez con el sexo opuesto.
Froi camina lentamente hacia su silla, señala el diván con un leve movimiento de cabeza y le dice con voz cálida y comprensiva a su paciente:
- Buenas tardes, cuénteme su problema que estoy aquí para ayudarlo.
Al escuchar la voz del reconocido profesional, el paciente (Manuel Márquez para ser precisos), siente que está donde debe estar. Está en el lugar correcto. La confianza llena su cuerpo y entonces, por primera vez en mucho tiempo, comienza a hablar aliviado.
- Bueno Doctor, yo desde hace años, a partir de una decepción amorosa, tengo problemas para…
Froi se para bruscamente y el paciente, asombrado, interrumpe su relato. El eminente profesional lo mira y le dice:
- Siga, siga, todos mis sentidos, mi atención y mi sabiduría están a su servicio.
Márquez comienza a contar su historia desde el inicio nuevamente.
Froi camina hasta el escritorio y toma la manzana a medio terminar. Comienza a morderla a medida que se acerca nuevamente a su silla.
Se sienta tranquilamente y sin el menor disimulo, se rasca el huevo derecho de forma intensa pero a la vez, parsimoniosa. Márquez, ensimismado en su relato, no se da cuenta de la placentera actividad que Froi está llevando a cabo. A los pocos minutos, una nueva arruga aparece en el bolsillo derecho de su pantalón.
Froi termina la manzana, hecha la cabeza algo hacia atrás y se duerme.
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