Parábola enviada por Gonzalo C., dolido aún por Nacional
Dicen que había una vez una glamorosa fiesta en una enorme mansión. Su dueño, muy adinerado, toma el micrófono, pide que bajen el volúmen de la música y dice lo siguiente:
- Como Uds ven acá atras tengo una magnífica piscina donde me dedico a criar cocodrilos australianos. Tengo 23 cocodrilos adultos. Pero yo reto a quien se anime a cruzar esta piscina y salga por el otro lado, y prometo regalarle todos mis autos y esta misma mansión en la que hoy estamos.
En el medio del silencio que se generó se escucha un magnífico chapuzón en la piscina. El tipo avanza los primeros metros en el agua pero los cocodrilos se le van encima. A partir de allí todo fue solamente euforia, griterío, suspenso extremo. El tipo, como podía, sostenía las fauces de un cocodrilo mientras le pegaba en los ojos a otro que se acercaba. Agarraba de la cola a otro y trataba de nadar con vigor. Volvía a sujetar la boca de otro y se revolvía en el agua. Al final y tras mucho esfuerzo logra salir muy herido por el otro lado.
El ricachón no lo podía creer. Se acercó al individuo, lo felicitó y le dijo que eran suyos sus autos y esa casa.
El tipo le dijo que no quería sus autos ni su casa.
- Bueno, entonces le daré el dinero correspondiente.
- No necesito su dinero, ni sus autos ni su casa.
- ¿Qué es lo que quiere entonces?
- Solo quiero saber quién fue el hijodemilputas que me empujó a la piscina.
Moraleja:
A veces somos capaces de realizar ciertas acciones o proezas de las que no nos creíamos capaces; solo nos faltaba un empujoncito.
Y a veces un hijodeputa es necesario en nuestras vidas
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