El paciente, un hombre de unos 47-48 años, entra en el
consultorio y cierra la puerta tras de si.
Va solito, como el caballo que conoce su lugar en el
establo, rumbo al diván.
Sin embargo Froi no recuerda haberlo visto nunca. Por eso lo
mira un poco extrañado.
- Buenas tardes,
dice la eminencia rompiendo el silencio.
- Buenas tardes,
contesta el aquejado por vaya a saber uno qué sufrimiento de la siquis o el
alma.
- Usted dirá,
tira al aire el faro del saber (si, nos referimos a Froi).
- ¿Así nomás?
- Así nomás.
- Bueno, en fin,
no sé cómo empezar.
- Empiece por el
principio y lo demás va a ir saliendo solito.
- Bueno, el
problema es que tengo una vecina que es muy linda y que me mira con ojos de
lascivia. Pero tengo un profundo sentimiento de culpa porque conozco al marido
y me lo cruzo en el ascensor. Por otro lado, no sé si sus ojos son de deseo o
soy yo que me lo imagino y me confundo, porque eso me podría traer enormes
problemas. Puede ser un desastre. Imagínese si es mi imaginación. O sea, tengo
un problema existencial que me carcome, que me angustia. No sé que hacer. ¿Qué me recomienda? ¿Terapia conductista? ¿Meditación? ¿Técnicas prospectivas
metafísicas de interiorismo?
- Le recomiendo
que si está buena y usted no es marica, se la empome y se deje de pavadas. Son
1500 pesos, fin de la consulta.
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