En La galanga no solo destacan los galenos (que habemos varios) sino personajes tan disímiles como pagadores del BPS. ¡Si! ¡Eso también existe!
Y luego de varios decenios de trabajo en esa función el anecdotario que se recolecta es tan abrumador como el hipocrático.
Todas las anécdotas son rigurosamente verídicas. Solo se omiten los nombres y apellidos para evitar tener que pagar más pensiones a la invalidez.
Aquí les presentamos una nueva entrega de Violetero, en su vieja columna.
Y por supuesto hay mucho más.
ANÉCDOTAS DE COMPAÑEROS
PROFESIONES DISTINTAS
Comento con un compañero que yo había
observado un programa documental sobre Cuba, y en él, entre otras cosas, se
mencionaba el hecho que el hasta entonces dictador Fulgencio Batista, en
ocasión del triunfo de la
Revolución Cubana con Fidel Castro a la cabeza, huyó junto
con más de cien de sus colaboradores y varios millones de dólares.
Una compañera escucha “a medias” y
pregunta asombrada:
-¿Batista se robó millones de
dólares, como hizo?
-Los robó – le decimos.
Así lo preguntó varias veces y no lo
podía creer.
-¿Batista, el jugador de fútbol? –
pregunta incrédula.
-No. Ese es Batistuta, el argentino
– le dice mi compañero.
-¿Y ese Batista quién es? – pregunta
ahora.
-Un jugador de fútbol cubano que vos
no conocés – le respondo.
La compañera tranquilamente se fue
para su escritorio a trabajar.
HUMEDAD
A una compañera le gastaron una
broma y aprovechando que estaba con unas hojas en su mano y llamando a viva voz
a la gente, le colocan una hoja con el nombre: “Solomeo Paredes”
-¡Solomeo Paredes! – grita la
compañera.
Como nadie se dio por aludido,
vuelve a llamar, esta vez más fuerte:
-¡Solomeo Paredes!
Las personas del público comenzaron
a reírse; sobre todo un señor que no podía disimular su risa.
-¿Usted por qué se ríe? – le
pregunta enojada mi compañera y agrega:
-¿usted es Solomeo Paredes?
El señor, que no podía hablar por la
risa enorme, le hace “no”, moviendo su mano.
-Entonces, no se ría – le dice
enojada.
El público y los restantes
compañeros estábamos “muertos de risa”, pero la compañera no se daba cuenta de
nada. Hasta que de repente, mira la hoja, comprende la broma y casi termina haciéndose pichí.
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