Melba, desde Australia, sigue llenando La galanga
Una señora, de mediana edad, entra en la farmacia y le dice al farmacéutico:
- Buenos días. Necesito estricnina.
- ¿Más o menos qué cantidad? ¿Para cuántos roedores?
- No, no es para ratones. Quiero matar a mi esposo.
- No, señora, eso no puede ser. Yo no puedo venderle estricnina para matar a su marido.
La señora abre la cartera y saca un sobre de adentro. Abre el sobre y le entrega al farmacéutico una foto.
En la foto estaba su esposo, trincándose ágilmente a una hermosa mujer, que casualmente era la esposa del farmacéutico.
- Pero señora. No sabía que Ud tenía receta. Es un frasquito entero de éstos. Lleve dos, por las dudas; la farmacia le obsequia uno.
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